todos somos freaks1

ERa la persona a quien parecía no afectarle nada. Se iba a dormir a las cinco para levantarse como a las ocho, cenar y luego mandarse de corrido hasta las cuatro de la ma;ana entre cigarro y cigarrillo, con una taza de café con vino rojo.
Se sentaba frente al monitor y ojeaba a las putas exhibicionistas de la revista de la editorial, chateaba con una demente que conoció en la red, y generalmente como a eso de la una, venía una tía bien dotada a hacer el favor de la entrepierna. la comadre se fumaba un pitillo en el ba;o y luego volvía al trabajo.
Un día apareció con un ojo tan morado que parecía un carmesí como el de las flores de gauguin, le habían pinchado la cara con un tenedor y le habían puesto un seno mas grande que el otro. Este zángano que vivía del seguro social por esos días no tuvo mejor idea que preguntarle si es que todavía quería quedarse en casa a hacer su trabajo a cambio de dormirse hasta la ma;ana, por primera vez, en una sábana limpia. porque eso sí, limpio era.
Ella que no tenía nada mejor a cagarse de frio debajo del puente del ferrocarril, decidió que no. ASi pues, hay veces en que la vida pone una estúpida puerta quebradiza y jodidamente peque;a y otra gigante resplandeciente. ella se fue por ésa peque;ita encorvando el cuerpo y le dijo que se fuera a la mierda. y claro, como las mujeres no dicen una palabra sola, sazonó ese sonido seco de la negativa con una cuajo de insultos acerca de su cobardía, aunque bastante limitado por el escazo diccionario.
La puta salió de la casa y el escritor se quedó sólo frente al monitor.
la gente cambia, y se le ocurre cambiar en el momento menos indicado, seguramente.

El escritor tenia un alegión de admiradoras por internet pero era incapaz de colarse frase que no fuera de halago, porque al escritor no le gusta que la realidad se parezca a la ficción.
LA puta le dejo un gran vacío, y más a las letras, la humanidad no sería la misma sin la carga de historias que le contaba al escritor luego de follar y que él ponía muy calenturosamente cada noche en la web.
Se sentaban desnudos en la cocina cuando en verano la noche es para quitarse la piel, él le servía café instantáneo y se metía en la boca la pizza fria, ella que nunca habia tenido gran aprecio por las grandes comodidades se contentaba con que le prendieran el ventilador.
Cuando llegó a la pantalla aquel comentario acerca del monotema de sus relatos, se tiró a llorar, como un crío al que le han roto el trompo en batalla. que cagona! no se habia dado cuenta que ahora tendría que aprender a observar sólo, un gateo literario, pensó. El escritor se arrojó a las fauces del recuerdo, sí le gustaban los halagos, y en la ficción eran como un campanario.
Se sentó en el parque y se fumó un pitillo mientras la esperaba, a las cinco volvería al departamento según el plan, alguna cosa tendría conseguir en esa cacería.

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